Bitcoin no puede ser desbancado

Me posiciono con claridad: comparto la inquietud de Pierre Rochard sobre la fragilidad de la llamada «tesis de utilidad», y al mismo tiempo creo que la discusión abre una oportunidad para la industria y el talento tecnológico de España y Europa. No voy a inventar: Rochard, CEO de The Bitcoin Bond Company, sostiene que tokens como XRP, SOL o ETH no tienen las cartas para desbancar a bitcoin, y señala razones concretas que conviene debatir aquí, sin mitos ni exageraciones.

Por qué la tesis de utilidad se tambalea

Rochard parte de una observación sencilla: la tesis de utilidad imagina que el token nativo crece en valor si terceros usan la infraestructura de la red. Pero él denuncia una falla estructural en ese razonamiento. Según su argumento, cualquier empresa exitosa tenderá a lanzar su propia blockchain; así, la dependencia de que otras compañías consuman espacio de bloques en una red no es garantía de revalorización sostenida del token.

Para completar su contraste, Rochard plantea la «tesis monetaria de bitcoin». Bitcoin, dice, no depende de que terceros utilicen su infraestructura para que aumente su valor. Se sostiene en efectos de red anclados en una política monetaria descentralizada, resistente a la censura y con suministro fijo. Además, solo existirán 21 millones de BTC, un límite establecido en el protocolo que no puede modificarse. Esa escasez, frente a la posibilidad de emisión de dinero fíat o de criptomonedas centralizadas, refuerza su carácter deflacionario, y explica por qué para muchos bitcoin es el equivalente digital del oro.

Rochard utilizó el anuncio de Stripe sobre Tempo como ejemplo: grandes compañías tienden a crear soluciones propias en lugar de depender de redes ajenas. Esa evidencia práctica alimenta su tesis: la demanda de tokens de redes de utilidad no necesariamente crece a la par que se multiplican sus aplicaciones, porque las firmas pueden optar por construir o controlar su propia arquitectura.

No es una postura unánime. En la red, algunos usuarios acusaron a Rochard de estar sesgado por sus propias inversiones. Y voces técnicas como Vincent Van Code cuestionaron la necesidad de que una empresa desarrolle su propia red: a veces basta con una base de datos económica, y para quienes buscan inmutabilidad ya hay soluciones de almacenamiento seguras. Su frase me parece reveladora: «la joya de la corona no es el token, sino la blockchain». Es un contrapunto técnico que obliga a matizar las certezas.

Qué vigilar: tendencias, riesgos y próximos pasos

Tendencias

Hay dos corrientes claras que seguir: por un lado, la consolidación de bitcoin como activo monetario con atributos difíciles de replicar; por otro, la proliferación de proyectos que buscan utilidad mediante aplicaciones y contratos inteligentes. La mención de Stripe y Tempo ejemplifica cómo las grandes empresas pueden preferir soluciones propias. Eso no elimina el valor de blockchains como Ethereum o Solana en términos de innovación, pero sí pone en relieve que el vínculo entre uso y revalorización del token no es automático.

Riesgos

El principal riesgo para las «redes de utilidad» es la fragmentación y la competencia directa con infraestructuras corporativas. Si las empresas deciden lanzar sus propias redes o integrar soluciones centralizadas, la demanda por el token nativo puede diluirse. Otro riesgo proviene de las expectativas: creer que la adopción técnica garantiza subida de precio confunde dos cosas distintas. Y por supuesto está el sesgo de intereses; las críticas a Rochard por posible parcialidad recuerdan que en este ecosistema conviven puntos de vista con posiciones económicas detrás.

Próximos pasos

Si me pongo práctico, tanto emprendedores como desarrolladores y reguladores tecnológicos en España y en Europa deberían prestar atención a tres movimientos concretos: entender la diferencia entre valor de infraestructura y valor monetario, invertir en soluciones que realmente resuelvan costes y fricciones (no solo en marketing de token), y fomentar interoperabilidad que no dependa de la revalorización automática de un activo. La industria y el talento europeo tienen la capacidad técnica para construir alternativas robustas; lo que falta suele ser criterio claro sobre cuándo una cadena aporta ventaja real frente a una solución menos compleja.

Personalmente, pienso que la discusión de Rochard es saludable: obliga a no confundir utilidad técnica con promesa de riqueza. Para España y Europa, es una invitación a diseñar infraestructuras útiles y sostenibles, a formar talento capaz de decidir cuándo una blockchain es necesaria y cuándo no. No se trata de elegir bandos, sino de entender bien en qué casos un token aporta valor real y cuándo la oferta técnica puede resolverse con otras herramientas. Ahí está la oportunidad industrial para mostrar nuestro músculo sin inventar atajos.

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