La primera vez que leí que Dogecoin estaba más de un 70% por debajo de su pico de 2021 me llevé un doble golpe: por un lado no es sorprendente, y por otro me pareció raro viendo todo el entusiasmo reciente en el resto del mercado. He seguido cripto desde hace años y, aunque entiendo el poder de una comunidad y el efecto Musk, creo que estamos viendo una corrección lógica cuando se le mira con lentes de utilidad y producto. DOGE aún tiene fans y memes, pero en el contexto actual eso no basta para competir con activos que ofrecen casos de uso claros.
Por qué Dogecoin se quedó atrás
La explicación más sencilla, y la que más peso tiene para mí, es que Dogecoin carece de drivers estructurales de demanda. En el mercado actual, los inversores institucionales están poniendo dinero en activos que pueden explicar ingresos, flujos o utilidad técnica: Bitcoin como reserva de valor, Ethereum como plataforma para aplicaciones y stablecoins, y otros tokens ligados a proyectos con producto real. Dogecoin, nacido como broma y sostenido por una comunidad entusiasta, no tiene staking, no se usa como colateral en DeFi de forma significativa y no ofrece rendimiento por sí mismo. Eso hace que, cuando el mercado busca fundamentos, DOGE se quede fuera.
Tampoco ayuda que su acción de precio dependa mucho del «vibe» y de la atención mediática. En 2021 ese vibe fue bestial y llevó a precios astronómicos; más recientemente, la moneda rebotó cuando Elon Musk apareció junto a figuras políticas y luego con la victoria electoral de 2024, pero esos picos fueron pasajeros. En diciembre DOGE llegó a cerca de $0.48 y desde enero no ha vuelto a los $0.40, cotizando recientemente alrededor de $0.21. Es una caída que refleja que la narrativa por sí sola ya no es suficiente para sostener una valoración tan alta como la de 2021.
¿Puede un ETF cambiar el rumbo?
La idea de un ETF que dé exposición a Dogecoin suena tentadora para quienes buscan formalizar su entrada institucional al espacio meme. Varios analistas creen que la aprobación de ETFs sobre criptos ha sido un detonante importante en la reciente subida de muchas monedas, y por eso surge la pregunta legítima: si un ETF de DOGE se aprueba, ¿traería demanda nueva y sostenida? Mi lectura es prudente. Un ETF podría aumentar la visibilidad y facilitar la compra por parte de fondos que no operan en exchanges spot, pero no resolvería el problema de fondo: la falta de utilidad.
Incluso si un ETF genera flujos a corto plazo, la sostenibilidad de esos flujos dependerá de si Dogecoin evoluciona hacia usos reales o si mantiene su condición de activo especulativo. Hay quienes argumentan que Dogecoin sería útil para pagos por su tokenómica y bajo coste por transacción, y nombres conocidos han defendido esa postura. Aun así, la adopción como medio de pago no se ha materializado de forma masiva. Así que, a mi modo de ver, un ETF podría ser un revulsivo temporal, pero sin cambios estructurales en adopción o utilidad, el impacto tendría límites.
Además hay que mirar el panorama más amplio: este año la mayoría de tokens han mostrado retornos negativos, y las excepciones más notables son activos con algún tipo de vinculación a participación accionarial, producto real o utilidad clara. Eso sugiere que el mercado está seleccionando activos con fundamentos y dejando atrás a muchos tokens que funcionan más como apuestas culturales que como inversiones basadas en negocio.
En cuanto a la narrativa personal, me parece fascinante cómo un meme puede convertirse en un activo económicamente relevante, pero también creo que la economía real —pagos, finanzas descentralizadas, ingresos— tiende a imponerse cuando el dinero institucional entra. Si quieres que una criptomoneda sea más que un juego de especulación, necesitas casos de uso que atraigan capital permanente.
Mi opinión sobre las implicaciones es clara: si Dogecoin no desarrolla mecanismos que le den utilidad real o no consigue una adopción masiva en pagos y servicios, su papel será el de activo de nicho, con picos ligados a la atención pública. Eso no invalida su valor cultural ni la diversión que aporta a la comunidad, pero sí limita su capacidad para competir con proyectos que ofrecen retornos o funciones que las empresas y grandes inversores puedan monetizar. Un ETF podría añadir interés y liquidez, pero no sustituye la necesidad de producto.
Para cerrar, creo que estamos ante una encrucijada interesante: el ecosistema cripto se está profesionalizando y eso premia utilidad y producto. Dogecoin tiene una comunidad fiel y un lugar en la cultura cripto, pero si quiere volver a brillar en términos de precio necesita demostrar más que memes. Personalmente, seguiré atento: me encanta la energía que DOGE aporta a la comunidad, pero también me interesa ver proyectos que construyan y se integren en la economía real. Si algo he aprendido en este espacio es que las modas pueden devolver grandes ganancias en el corto plazo, pero la sostenibilidad proviene de la utilidad y la adopción continuada.